Durante la mayor parte de su vida, las personas alrededor de Sherry Johnson la presionaron para que no hablara.

Dijo que cuando fue violada por primera vez a los 8 años por el obispo de su iglesia, la madre de Johnson la acusó de mentir. Cuando su padrastro y un diácono también comenzaron a violarla, ella permaneció en silencio por miedo.

Cuando el diácono la embarazó a los 10 años, la sacaron de la escuela, la obligaron a casarse con su violador para así evitar cargos penales y tuvo cinco hijos más con él antes de poder obtener el divorcio.

Durante décadas, Johnson, ahora de 58 años, no pudo hablar sobre su pasado, y estuvo en otras dos relaciones abusivas. Pero en el 2012, impulsada por el deseo de asegurarse de que lo que a ella le sucedió no le ocurriera a ningún otro niño, comenzó a presionar a los legisladores de Florida para que cerraran la brecha que permitió que su matrimonio fuera reconocido por la ley.

“Todos me fallaron. Nadie me protegió”, dijo Johnson. “Sentí que tenía que hacer algo”.

Después del cabildeo de Johnson por seis años, el Senado estatal votó unánimemente el miércoles para prohibir el matrimonio en Florida a cualquier persona menor de 18 años, aunque una audiencia del comité de la Cámara enmendó la legislación para permitir el matrimonio de algunos menores de 16 años o más si hay un embarazo.

Johnson dice que el proyecto de ley enmendado no es suficiente. Ella quiere convertir a Florida en el primer estado en promulgar una prohibición del matrimonio de menores sin excepción.

“La señora Johnson ha luchado toda su vida, ¿y por qué? Porque sus padres la obligaron a contraer un matrimonio que no eligió”, dijo la senadora Lizbeth Benacquisto, republicana de Fort Myers, quien patrocinó la SB 140. Ella nos pide que cambiemos el futuro de muchas otras jóvenes”.

La primera vez que el obispo la violó, Johnson era demasiado joven para poder explicar lo que sucedió.

Tenía 8 años y vivía con su madre en una casa parroquial en Tampa, junto a la iglesia en la que era pastor el esposo de su madre. Los líderes religiosos tenían las llaves de su casa, a solo cuatro pasos del edificio de la iglesia, y su tía vivía en la misma casa del obispo.

Fue en esa casa, dijo, donde por primera vez él obligó a Johnson a tener relaciones sexuales.

“Fui a la escuela con la sangre corriéndome por las piernas”, contó. “No sabía lo que estaba pasando, no sabía cómo curarme… Fue devastador”.

Unos días después del asalto, trató de contarle a su madre lo sucedido, pero apenas comenzó a describir lo ocurrido “se me abalanzó con estas palabras”, dijo.

“’Estás mintiendo. El obispo no hace nada de eso’”, recordó. “Me sentí como si fuera una víctima de nuevo”.

La próxima vez que sucedió, Johnson no dijo nada. Tampoco dijo nada cuando el esposo de su madre comenzó a violarla, o cuando un diácono en la iglesia comenzó a entrar a su habitación en la casa pastoral por la noche.

“Pensé que me iba a lastimar de nuevo”, dijo. “Así es la vida”.

No fue hasta varios meses después, cuando cumplió 10 años, que los adultos a su alrededor se vieron obligados a enfrentar lo que estaba sucediendo: los funcionarios de la escuela descubrieron que estaba embarazada de siete meses con el hijo del diácono.

Johnson recordó que la llamaron a una habitación durante las clases y la examinaron, y luego llamaron a su madre para que la llevara al hospital.

“En ese momento no entendía bien lo que era estar embarazada “, dijo. “No sabía de dónde venía ese bebé, nunca me enseñaron eso. ¿Iba a toser un bebé? Como niña, no tenía la menor idea”.

Su madre la envió a Miami con el obispo para que esperara a que naciera su bebé. Cuando dio a luz en un hospital en febrero de 1971, recuerda haberse caído en el pasillo atormentada por las contracciones, mientras la gente pasaba y la miraba boquiabierta como algo raro.

Después de que nació su hija, Johnson y su bebé regresaron a Tampa, donde los trabajadores de bienestar infantil la visitaron y le hicieron preguntas. No mucho tiempo después, su madre la llevó a un tribunal cercano para casarse con el diácono, a fin de poder evitar los cargos legales por violación.

A pesar de que Johnson ni siquiera había terminado el quinto grado, el matrimonio a su edad era legal. La ley estatal en Florida permite a los menores de 16 y 17 años casarse con el consentimiento de sus padres, y también permite que los jueces del condado aprueben matrimonios con menores aún más jóvenes si hay un embarazo o un bebé.

El primer juez que vieron en el tribunal del condado de Hillsborough se negó a conceder una licencia, por lo que la madre de Johnson luego la llevó a otro juez en el condado de Pinellas, que aceptó aprobar la documentación, dijo. En marzo se casó con el diácono, que tenía 20. Ella tenía 11 años.

Su madre le hizo un vestido de novia, un velo y un pastel. Pero solo vinieron dos o tres personas más, recordó Johnson. “No querían participar en eso”.

Johnson permaneció casada con el diácono por seis años, tiempo durante el cual tuvo cinco hijos más, dijo ella. Trató de seguir en la escuela, pero la dejó en el noveno grado. El diácono también la abandonó varias veces, obligándola a aprender a criar a sus hijos por su cuenta.

“No tenía muñecas de juguete, tenía muñecas reales”, dijo. “Esas muñecas reales tenían que comer, esas muñecas reales tenían pañales sucios, esas muñecas reales miraban a su mamá… Yo no sabía lo que era ser una madre”.

Johnson finalmente obtuvo el divorcio después de cumplir los 17 años, cuando pidió asistencia legal y recibió un cheque de $75 que cubriría el gasto para presentar el divorcio, dijo.

Incluso después de dejar al diácono para siempre, dijo Johnson, tuvo problemas. Su próximo matrimonio, dos años después, con un hombre de 37 años que conoció en la misma iglesia, se volvió verbal y físicamente abusivo. Ella dio a luz a otros tres hijos durante ese matrimonio que duró 26 años, y durante años siguió visitando la misma iglesia a la que fue su madre y en la que había sido abusada.

El obispo que la había violado por primera vez murió cuando Johnson tenía 25 años, y se sintió finalmente libre de abandonar esa iglesia. “Sentí como si los grilletes se me cayeran del cuerpo”. Estaba en cautiverio, y sentí que no iba a ser libre hasta que él muriera”.

Pero Johnson siguió yendo a una iglesia tradicional similar mientras cuidaba a sus nueve hijos, dejándolos ir de la escuela, a los deportes y la iglesia. En el 2002, se divorció de su segundo marido. Luego se mudó a Tallahassee en el 2008 después de casarse nuevamente.

Ella y su tercer marido administraron juntos un restaurante en la ciudad por un tiempo, pero Johnson tenía sus propios motivos para trasladarse a la capital del estado: había comenzado a reflexionar sobre su pasado y a considerar qué podía hacer para asegurarse de que nadie más sufriera una tragedia similar.

“¿Quién hace las reglas? ¿Quién hace las leyes?”, dijo. “Mi pasión me empujó a dirigirme a los legisladores y decirles ‘cambiemos esto’”.

Cuando Johnson comenzó a contar su pasado, escribir un libro sobre su terrible experiencia y a ofrecer discursos, descubrió que no estaba sola. Según el grupo de defensa Unchained at Last (Al fin sin cadenas), más de 16,000 niños han sido casados en Florida desde el 2001, y más de 3,000 menores en los últimos seis años.

Desde entonces, algunos estados han aprobado leyes sobre el tema: el año pasado Texas y Virginia definieron el matrimonio solo para adultos, aunque esas leyes crearon excepciones para los menores emancipados. Pero ningún estado ha prohibido el matrimonio a los menores de 18 años.

En el 2012, Johnson comenzó a acercarse a los legisladores en el Capitolio, pasaba por sus oficinas para dejarles su tarjeta de negocios o les escribía para preguntarles si considerarían su idea para un proyecto de ley. Se acostumbró a cargar papeles en una carpeta negra y tratar de entablar conversaciones con los legisladores, aunque “muchos se negaron; otros me dieron un ‘tal vez’”.

Johnson también se acostumbró a escuchar otra cosa cuando le decía a los legisladores que la habían casado a los 11 años: que en el estado no existía una ley que permitiera que los niños se casaran o que el caso de Johnson era una anomalía.

En el 2014, Johnson convenció a un legislador de patrocinar su proyecto de ley en la Cámara de Representantes, aunque el proyecto de ley solo prohibía el matrimonio antes de los 16 años y murió en el Senado. El proyecto de ley de este año, patrocinado por Benacquisto, quien preside el Comité de Nomas del Senado, y la representante Jeanette Nuñez, republicana de Miami, que se desempeña como oradora pro tempore, respalda la propuesta de ley por la que desde hace tanto tiempo lucha Johnson.

Cuando los senadores votaron unánimemente para aprobar la ley de prohibición del matrimonio de menores el miércoles, Benacquisto elogió a Johnson como “la razón del proyecto de ley”, y 31 senadores acordaron en un procedimiento poco común copatrocinar el proyecto de ley como muestra de unidad.

Cuando el proyecto de ley fue aprobado por unanimidad con 37 votos, Johnson abrazó a las que estaban a su alrededor, incluida su nieta de 16 años, Danielle Wiggins, que había llegado desde Tampa con su madre, Tolonda Tolbert, para estar presentes en la votación.

En una reunión del comité de la Cámara al día siguiente, se aprobó la HB 335, pero con una enmienda que reserva una excepción para algunos adolescentes si tienen una verificación de embarazo por parte de un médico y el consentimiento de sus padres. La representante Heather Fitzenhagen, republicana de Fort Myers, introdujo el cambio que solo permitiría licencias de matrimonio para personas de 16 o 17 años que sean dos años más jóvenes que sus parejas.

La ley en Florida también se puede aplicar de manera inconsistente, de acuerdo con algunas víctimas. Aunque la ley solo deja a la discreción de los jueces permitir los matrimonios con menores si hay un embarazo o un bebé, otras uniones caen en el vacío.

Delma Rojas dijo que fue obligada por sus padres a casarse con su novio de 21 años cuando ella tenía 14 años, solo unos meses después de que ella y su familia emigraron a Fort Lauderdale desde México.

Rojas, ahora de 40 años, dijo que sus padres insistieron en que se casara porque había tenido relaciones sexuales con su ahora ex marido, a pesar de que no estaba embarazada.

Cuando la casaron, en el apartamento de su familia con un notario público que también hizo el pastel de bodas, el estado reconoció la licencia y el consentimiento que sus padres firmaron, aunque la excepción no funcionaba en este caso. Más tarde se le concedió el divorcio.

“El hecho de que sea legal no quiere decir que sea lo correcto”, dijo. “Todavía es una infracción”.

Johnson dijo que si el proyecto de ley se aprueba con la enmienda, ella piensa regresar a la Legislatura para eliminarla de la ley. Ella también está considerando una campaña a nivel nacional para prohibir el matrimonio de menores después de que se apruebe en Florida.

“No puede serme útil, ya soy un sobreviviente”, dijo Johnson. “Simplemente estoy tratando de ayudar a otros para que no tengan que enfrentarse a eso nunca. Si emplear toda mi vida y pasar por toda esta experiencia va a ponerle fin a esto, entonces ha sido lo más feliz que ha podido ocurrirme”.

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