Vivimos vigilados desde el Consejo Comunal, así se enteran quienes están sus casas y quienes salieron, y lo único que los venezolanos aspiran es a una bolsa de CLAP ya que el sueldo no alcanza ni para comprar pan, hemos sido reducido a escombros humanos solo vivimos para palear el hambre.

Esperar el día que llega la bolsa es día perdido. Al menos eso es lo que parece pretender la gente del CLAP, que faltes al trabajo, que no vayas a tus clases, que dejes todo a un lado para salir corriendo porque a ellos les toca entregar comida del Gobierno ese día.

Si hubiese un poco más de organización, sería diferente. Te avisan el día, tú encuentras un tiempito y ya. Sin mayor problema y sin pasar roncha. ¿Pero cuándo llega la bolsa? En mi sector nadie tiene ni la más mínima idea, no hay un día fijo. La pregunta de las mil lochas. Ni ellos mismos saben.

“Mira, mañana llega la bolsa”, nos ha dicho la vocera un día antes de la entrega. UN día antes. Muchas veces ha llamado tarde en la noche para avisarnos. En teoría, “te avisan con tiempo” para que puedas organizarte, pedir permiso en el trabajo o te dé chance de llegar a la zona. ¿Cómo haces eso si te notifican con tan poca antelación?

“¿A qué hora?”, le pregunto yo de regreso, aunque ya sé la respuesta. “Empiezan a entregar después de las cuatro”, lanza ella. Todos sabemos que es mentira. No solo se trata del día, sino de la hora. Ambas trancamos la llamada con resignación.

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