La política como vocación de «auto» servicio

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Por: Eduardo Figueroa Marchena

No podemos cubrir una catedral con un pañuelo, tampoco defender a quien ensangrentado, con cuchillo en mano y sonrisa pletórica, fuma un cigarrillo sobre un cadáver. Es por ello que en estas líneas más que repetir lo que la mayoría sabe, voy a dar mis impresiones, no opiniones, porque de verdad impresionan.

La preocupación por el presente y el devenir del país, y me refiero a la preocupación que se siente sin entender mucho el porqué, esa que genera compromiso a prueba de años y tampoco entiendes la razón. Esa cuita, que no muere ni duerme, es la que nos mantiene a muchos buscando, intuyendo, olisqueando cual es la solución al drama nacional. Es por eso que sobre la base de argumentos, números y datos yo me lanzo a esta aventura casi suicida de opinar en disenso de las dos mareas que ejercen satánicamente la política en nuestro país, y por hacerlo no sólo soy objeto de amenazas, también, luego de dos minutos de palestra pública, soy señalado por envidiar el perfil de algunos actores que sin terminar el bachillerato se auto titularon politólogos consumados, y de los que sin vocación de servicio juegan a la pose y a la foto.

Con las últimas líneas del párrafo anterior, no insinúo que un título define el valor de una persona, lo que si define es la capacidad de ser eficiente en el ejercicio de una profesión u oficio. En Venezuela quedó establecido que la política debe ser ejercida por camaleones, hipócritas y populistas boquirrubios, por gente que sin vocación, así tengan la profesión, se mueven en dirección de sus antojos y no de las necesidades de quienes lo eligen, y ahora que hasta ese derecho perdimos, de quien se abrogan la representación.

Esa enfermiza cultura que carcome cualquier virtud presente de quien se sume a ella, admite que, entre bancas y toldas, tras cámaras y debates, exista juerga, negocio y conchupancia. Eso no es política, es deformación humana que no reconoce linderos entre la probidad y lo criminal. Es por lo expuesto que la ley del billete se impuso en el chavismo y el interinato sobre las mismísimas osamentas de los derechos humanos del venezolano.

Otro tema, otro problema en el acontecer nacional, que, además, venimos arrastrando mucho antes del chavismo, es esa frenética obsesión por exteriorizar importancia y no utilidad, que a inicio y fin de cuentas tiene que ser el norte de cada servidor público; “SERVIR”.

Los padres de la psicología moderna dejaron sobre la mesa el interesante constructo de; “la proyección del yo”. Argumento por el que todos, en menor o mayor grado, asumimos que nuestro entorno interpreta, actúa y razona las realidades desde nuestra óptica. Por ello el ladrón es desconfiado y el noble será noble con el ruin, aun sabiéndolo ruin. Así mismo, quien hoy ejerce la política, asume con vehemencia y celo, que quien dice la verdad y desnuda el corporativismo incestuoso entre el chavismo y el interinato, desea ser importante y no útil, persigue foto y fama y no lo que la razón demanda, un país vivible y representantes con vocación, sin megalomanías.

El quiebre del sistema político tradicional, que pasó de taguara a burdel insalubre con la entrada en escena del G4 y sus meretrices; Allup, Borges, López y Rosales, es, con denotada prioridad, el primer objetivo de la ciudadanía y la sociedad civil, organizada o no, pues representará la desaparición del muro de contención que blinda al régimen contra acciones internacionales de peso, lo que atizará la esperanza de recuperar el país que nos quitaron.

Nos abriremos paso, lo estamos haciendo, avanzamos lentamente, pero sin detenernos, así como surgen los árboles de raíces profundas entre barro y concreto, devastando la piedra bruta y el peso muerto, dejando bajo tierra gusanos y lodo. Así seguiremos hasta dar sombra y frutos, libertad y lógica. Eso será.

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